Crepitar de gotas de lluvia, luces de neón. En un callejón dos gatos se enfrentan en un salvaje conciertos de maullidos y bolsas de basura desgarradas. El taxi se detiene en la puerta del local, el nº 3 de la Plaza Manises. En un susurro, la ocupante ofrece al conductor un billete de veinte, obviando el cambio. El taxista, sorprendido y halagado, ya que la carrera cuesta algo más de la mitad, baja del automóvil, un elegante Mercedes Clase S color blanco recién estrenado, y abre la portezuela de su pasajera, a la par que sostiene con su mano derecha un pequeño paraguas negro, que estrena por primera vez. La dama, pues así le parece que debe llamarla por su porte señorial, luce un elegante vestido de seda blanco, con un escote delicado que deja entrever un voluptuoso pecho, arropado por el abrigo de visón, y esa cadena de oro con una delicada muñequita besando su blanca piel. En un rápido vaivén de tacones cruza velozmente los tres metros escasos que la separan de la puerta de madera y se pierde tras el vaho de los cristales.
En la calle, los neumáticos se alejan dejando una estela de duda a su paso. En el interior del local, Noelia, la dama, se entretiene cautelosamente en el vestíbulo, antes de cruzar la segunda puerta que le dará acceso al interior del Café.
Apoya sus manos en el cristal de la ventana interior e intenta vislumbrar en dentro de su vientre. Una sucesión de pequeñas mesas de madera, se apiñan en una sala no demasiado grande. A la derecha de la misma, varios asientos corridos se separan entre sí con una celosía, como si fueran camarotes de un antiguo tren de vapor. En las paredes, cuadros de escenas irlandesas, pinturas típicas y tapas de toneles con varias marcas de cerveza completan el cuadro. Abre la puerta, el típico olor de alcohol derramado, absorbido por el suelo de madera unido al humo del tabaco inunda sus sentidos. En la barra de roble, una atractiva camarera se afana secando pintas de cerveza con un paño. De algún lugar, ocultos entre la decoración, unos altavoces le hacen llegar los acordes de “Old Man”, Neil Young rompe el silencio con su voz.
Sus ojos recorren cada centímetro de la estancia, hasta encontrarlo. Está sentado en la barra, enfrascado en la lectura de un libro de tapas negras, con el lacio pelo negro ocultándole el rostro y una pinta de Guinness al alcance de su mano derecha.
El temblor de sus labios la delata, se gira violentamente para evitar su posible mirada, el estómago, como un tren desbocado se agita violentamente. Es la primera vez que lo ve, jamás había hecho algo semejante, y no sabe si debe seguir adelante. Hace dos meses que lo conoce, a través de una de esas páginas de contactos tan habituales en la red. Lo más extraño, es que jamás se han visto, ni siquiera en foto. A ella le daba mucho reparo el colgar una instantánea suya y que algún conocido pudiera descubrirla. Y él, también es una persona muy reservada, que deseaba encontrar a alguien ya no por su físico, sino conociéndola interiormente, para descubrir qué había más allá de una sonrisa bonita. Intercambiaron infinidad de correos, se desnudaron interiormente, llegaron a conocer las miserias, pasiones y cotidianeidades de cada uno, hasta que se hizo insoportable el intercambiar sólo palabras, y el deseo pidió ocupar su lugar.
Noelia jamás había hecho algo parecido, siempre se había comportado como una persona educada, que sabía mantener a raya sus instintos, por muy necesitada que pudiera llegar a estar. La cita de esta noche, iba más allá de cualquier aventura que hubiera podido imaginar. Allí estaba ella, con el vestido de seda que usó en la boda su hermana. Debía admitir que para la edad que tenía, ya entrada en la cuarentena, se conservaba excepcionalmente bien. No eran pocas las miradas que arrebataba a su paso en la oficina e incluso en la calle, pero siempre fue una “frígida mental”, no podía pensar en relacionarse con nadie por el simple hecho de tener una aventura. Los pocos novios que había tenido le habían durado un par de meses a lo sumo, hartos de su naturaleza arisca y defensiva. Ahora, estaba dispuesta a cambiar, necesitaba hacerlo. Y esta cita, era el primer paso. Había imaginado cientos de veces cómo podría ser…
Acercarse tímidamente y esbozar una sonrisa a la par que intentaría pronunciar un tímido hola. O tal vez sentarse a su lado y tocar su hombro, esperando la cara de sorpresa cuando la mirase. O quizás…
En todo caso ahí está él, como quedaron, sentado en la barra con un libro entre las manos.
Vuelve la mirada de nuevo hacia su posición, el local está prácticamente vacío. La camarera ha desaparecido de la barra y su ocupante, ajeno a su presencia, sigue con la mirada fija en las páginas que tienen robada su atención. En el cenicero, un cigarrillo abandonado a su suerte, eleva hacia el techo volutas de humo que danzan en sincrónica candencia. No recuerda si le había dicho que fumaba o no, pero no iba a ser un detalle importante en un instante como este. Toma aire y exhala despacio, en varias ocasiones, para contener el miedo al rechazo que se está adueñando de ella. Debe de tomar el control, ser autoritaria y determinada, coger las riendas del asunto e ir directa al grano, sin eufemismos. Se arregla el pronunciado escote, fija sus ojos un instante en el reflejo de su imagen, que le brinda un pequeño espejo colgado de la pared y sin más preámbulos, avanza hacia él.
En los altavoces, Neilg Young da paso a Oasis, con su “Hey Hey My My”, animando a Noelia a avanzar en cada paso. Sus tacones se detienen tras su espalda, una camisa negra con finas rayas blancas. Con un último arrebato de valor, se deja caer sobre ella y le tapa los ojos con las manos, mientras una sugerente risa cabalga desde su garganta. Él, cogido por sorpresa, tan sólo atina a elevar las manos sin fuerza hacia las de su captora.
- ¿Pero…?- consigue pronunciar antes de que las mismas manos le inviten a darse la vuelta cogiéndole por los hombros.
Noelia, dejando abandonados sus prejuicios en el baúl del olvido, se queda mirándole un instante, perdiéndose en sus ojos verdes, antes de acariciar su rostro con ambas manos y estrellar sus labios con los suyos. Él, acoge entre sus brazos el cuerpo menudo que se le brinda, y la tibia piel de su espalda desnuda se derrite a su contacto. Ella, pegando su cuerpo sobre el suyo, se deja llevar por el deseo contenido, notando como es acogida entre sus piernas abiertas y la dureza de su entrepierna, que crece a cada beso. Su lengua, cálida y urgente, busca la de él, sus manos, enredadas en su pelo, prosiguen su descenso por su cuello, la curva de sus hombros, sus pectorales…
En los altavoces, Guns N´Roses le piden que no llore…
De pronto, él se levanta y la acuna entre sus brazos, mientras su lengua recorre su cuello. Noelia cierra los ojos, se deja llevar por el mar de sensaciones que la cubren por completo, los escalofríos que recorren su columna hasta derretir su vientre, ansioso. De nuevo los labios que besan su piel hacen el recorrido inverso, hasta lamer la comisura de su boca, que le espera entreabierta. Las manos de él, se deslizan por sus caderas, acariciándola a través del fino vestido, elevando con dedos ágiles la falda por encima de sus rodillas. Sin pensarlo, desliza una pierna por encima de las suyas, hundiendo sus dientes en sus labios. Las manos de él buscan su piel debajo del vestido, sus jadeos se vuelven violentos, sus manos expertas, acarician su sexo por encima de la ropa interior de satén rosa. Ella, dejándose llevar, apoya su cabeza sobre su hombro, mientras besa su cuello y sus manos, bajan hacia el bulto de su pantalón, queriendo sentir su calidez entre sus manos. La cremallera, baja con un suave tirón, desliza las manos en el interior de su pantalón y el miembro erguido de él la saluda complaciente. Se acarician mutuamente, mirándose a los ojos, él, deja caer sus braguitas por sus piernas y sus dedos, serpentean por la tibia piel de su entrepierna, hundiéndose en la calidez de su interior, mientras siente los dientes de ella hundirse en su cuello. Arrebatado de lucidez, la coge por la cintura y entra con pleno derecho en la abierta hendidura de su amante, notando el abrasador calor que emana de su interior. Caen de espaldas sobre la pared, ella, con las piernas alrededor de su cintura, él, instándola a recibirlo con cada sacudida de pasión. El orgasmo les llega casi por sorpresa, con una agitación desmesurada que invade sus sentidos, dejándolos postrados el uno sobre el otro, con la respiración agitada, el pulso marcando final de trayecto y la sonrisa meciendo sus labios.
En los altavoces, Sting canta “Every breath you take”, el ventilador del techo sigue dando incesantes y lentas vueltas, mientras tan sólo al fondo del local un murmullo de voces les hace compañía, tras las celosías de cristal. En el interior de la barra, la soledad es la nota discordante.
Con una sonrisa tímida, Noelia se sube las sugerentes braguitas, esboza una sonrisa, y tras un beso rápido se excusa y busca los baños, que se encuentran al final de la barra a la derecha, tras un pequeño pasillo.
Apoyado en la barra, atusándose la camisa, la ve alejarse con el contoneo de sus caderas.
Noelia no se lo puede creer, acaba de tirarse en medio de un local al hombre que lleva arrebatándole el sueño estas semanas, y además de que ha sido algo excepcionalmente morboso, el sólo pensarlo hace que le tiemblen las piernas. Todavía tiene el sabor de sus labios en su boca, el ácido contacto de su lengua manchada de fresca Guinness, el contorno de sus manos recorriéndola. Se mira al espejo y no se reconoce, ve a una mujer sensual y atractiva que acaba de cometer una arrebatadora locura, y que no se arrepiente. Respira hondo, se arregla el vestido, deja el bolso en un lado del lavabo mientras se refresca la cara. De repente, un zumbido proveniente del bolso le recuerda que lleva el móvil en silencio, pero, debe de haberle llegado un mensaje. Abre la cremallera y coge el Nokia último modelo que le ha regalado su Compañía. En la pantalla, el típico icono de nuevo mensaje se ilumina al apretar el teclado.
- Disculpa cariño, soy Tomás, me ha surgido un problema en el trabajo y no he podido acudir a la cita. Hablamos esta noche y lo dejamos para mañana. Te quiero, un beso.
Noelia pierde el color mientras sus ojos recorren las letras, ¿entonces….?
13 Comments:
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Las normas para participar en los "Sábados de Mercedes" son simples. Cada semana lo dedicamos a algo distinto y se trata de confeccionar un texto, que se ajuste al tema de la semana. Si es posible, que no vaya mucho más allá de las 500 - 600 palabras, puesto que somos muchos, y a algunos nos gusta leer todas las aportaciones.
El hecho de que sea yo quien conduzca últimamente los "Sábados de Mercedes", llamados así en honor de su creadora, Mercedes Martín; es circunstancial. Lo normal es que sea ella quien lo haga.
De todas formas, si te gusta el proyecto, en la columna de la derecha de mi blog, encontrarás las directrices de la semana sea ella o yo quien conduzca esta "excursión bloguera".
Hay quienes ponen su aportación el mismo viernes, pero en ese caso has de saber que no puedes "taparla" hasta las 00:00 del domingo.
Creo que es todo. Si tienes alguna duda me consultas. Ya he añadido el link de tu blog para que los otros puedan pasar a leerte. Yo lo haré en un rato.
Gracias por participar, Bluesnight
Un saludo
Me lo he leido rapido, porque no podia parar, y cuando he terminado, he vuelto al principio, para una segunda lectura mas tranquila.
Y me ha encantado.
Hasta me parecia ir oyendo la musica que ibas indicando.
Volveré con tiempo para leer más relatos tuyos.
Un beso
Ahora si que me voy. Un saludo
Muy bueno, señor! Te felicito. Que riqueza de vocabulario. Me ha gustado mucho la frase: "los neumáticos se alejan dejando una estela de duda a su paso"... genial
Me he tragado con vehemencia tu relato. Como una maceta seca se traga el agua. Si,creo que así ha sido. Puedes extenderte cuanto quieras, porque es un placer leerte.
Me pego a tu rueda.
Gracias por subirte al "bus", Bluenight
Un saludo
Saludos
FELICIDADES que chulo!!
BESOS DE BUS
Siendo que Ardilla me da "vía libre", intentaré no defraudaros.
Reitero mis agradecimientos y os invito a seguir descubriendo este pequeño Café donde estáis todos invitados.
Muchos saludos, besos y abrazos...
Tag, ha intuido con razón la ubicación del relato, creo que se trata del Pub "Sherlock Holmes" frente a la Generalitat, lo conozco y ha quedado muy bien descrito, incluso esa soledad que se da a veces algunas tardes de invierno.
El relato mágnifico por las formas y el fondo, con un final que deja una pregunta en el aire, ¿quedará de nuevo Noelia con su desconocido internauta? ...ya nunca será lo mismo.
Saludos